Desde pequeña siempre he tenido una gran facilidad para soñar
despierta.
Aprovecho el rato en el autobús para pensar que soy la presidenta
que va a arreglar España, otras veces soy una patinadora que ha ganado por
tercera vez una medalla olímpica, otras veces pienso que negocio voy a
emprender o imagino la entrevista que me harán en Forbes…
Y en todos esos sueños me imagino delgada, siempre he asociado la
delgadez al éxito.
Si estuviera delgada seguro que me hubieran cogido para ese
trabajo
Si estuviera delgada seguro que hubiera ido mejor en clase y
hubiera aprobado Francés en octavo
Si estuviera delgada…
Hasta que te das cuenta que solo es una excusa, la excusa perfecta para no luchar ni hacer nada por conseguir lo que
quieres.
Al refugiarme en que no estoy delgada, me excuso para no tener que
estudiar y esforzarme por conseguir un trabajo mejor, para no arreglarme por
las mañanas porque como no merece la pena…
Y lo peor es que lo he estado utilizando para todo.
Es una manera de sentir que yo no tengo la culpa de lo que me
pasa, sino que es por culpa de mi cuerpo.
Pero se acabó, voy a luchar por mi vida, por lo que quiero y voy a
luchar para sentirme bien conmigo misma, para gustarme y demostrarme que puedo
comerme el mundo.
Porque en esta vida no triunfan las delgadas, si no la gente
segura de sí misma, la que se quiere, se acepta y se respeta tal y como es.